Tengo el honor de ser miembro de un gran partido. Un partido que me ha concedido el privilegio de dirigir nuestra política en un territorio complicado. Concibo nuestra política como una opción de esperanza para miles de ciudadanos que aspiran a vivir en una sociedad más justa y avanzada. Una sociedad libre de caciques y de prácticas indecentes. La política es creación y coraje. Este es un tiempo para los valientes. Somos muchos los que queremos un cambio y con toda seguridad lo vamos a conseguir. La dirección provincial se conjuró desde el minuto cero de nuestra andadura para cumplir un triple desafío. El primero: recuperar la sociedad. Vivir políticamente fuera del partido. Regla de oro: el partido es un instrumento para servir a las personas. Hemos abrazado las causas de la sociedad civil y de los innumerables colectivos, entidades y asociaciones de todo tipo, con el propósito de formular conjuntamente el nuevo relato del cambio institucional, económico y social que anhelamos. En estos años hemos recorrido la provincia y nos hemos mezclado con toda suerte de realidades para construir una alternativa para un tiempo nuevo. El segundo: demostrar que podemos ser una oposición que no se inclina y que está dispuesta a combatir en su propio feudo los excesos en un poder autoritario y rancio que no es de este siglo. Podemos lanzar un mensaje de regeneración con legitimidad moral y podemos presentar modelos alternativos para todo en lo que el PP ha fracasado y frustrado ilusiones. Podemos ser heraldos de un orden nuevo porque somos diferentes y gestionaremos lo público con mayor eficacia, limpieza y responsabilidad. El tercero: cambiar la lógica interna de nuestro partido (siendo este el más limpio, democrático y digno de todos los que existen). El cambio aquí pasaba por superar las familias internas como sustento de toda vida orgánica. Una sola identidad: socialistas. No puede alimentarse eternamente la divisoria imaginaria entre supuestos miembros de una familia, los de otra y una facción de no se sabe muy bien qué y así hasta el infinito. Entiendo respetuosamente que los propios medios de comunicación gusten de etiquetajes de ese tenor. Pero no es mi guerra. Ese no puede ser el espejo de este gran partido. Pienso que lo más importante es reconstruir la mentalidad de un partido ganador, la actitud, el espíritu, las ganas de ganar. Son muchos los ciudadanos que nos esperan para liderar el potencial cívico de cambio de esta provincia. Esto es lo único que me motiva. Un partido conjurado para ganar. En los dos primeros objetivos no he tenido sensación de contestación. No la ha habido. Al contrario. Como secretario general he formulado una candidatura a Les Corts pensando en cumplir la promesa que este partido representa. Aportando un énfasis añadido. Una candidatura de castellonenses que, no solo están cualificados y son portadores de argumentos y méritos intachables, sino que cambiarán las reglas del juego entre el Consell y nuestra provincia. Representantes de Castellón que defenderán ante el próximo presidente socialista de la Generalitat lo que nos pertenece como territorio. Se acabaron las humillaciones, los olvidos y el trato mezquino que Camps nos ha reservado. Después de 16 largos y tediosos años tenemos que proclamar como sociedad y como provincia que ¡ya está bien! ¡Basta de engaños y de falsas promesas! ¡Somos valencianos de primera y la Generalitat también es nuestra! Con todo, y a tenor de lo que estoy percibiendo estos días, no es menos cierto que mi propuesta parece no haber despertado las vibraciones que un servidor pretendía. Lo he intentado hacer de la mejor manera que he sabido y siento que no he podido. Respeto las reglas de juego de este gran partido y lamento profundamente haber decepcionado a personas que considero mucho más valiosas que yo en este momento que vivimos. Llegados aquí muestro mi orgullo por el equipo conformado y ratificado democráticamente por la comisión ejecutiva provincial, sin el cual no se entendería mi continuidad en este proyecto. Francesc Colomer
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